Ayer a la noche, debido a la helada, un viejo se murió por Retiro. En Ensenada cayó agua nieve. Intuimos que está cerca y no podemos hablar de otro tema. Destapamos un licor de cereza. Hay que beberlo en pequeños sorbos o sólo mojarse los labios: así, el gusto dulzón traspasa con sigilo la lengua y parece llegar al cerebro. Soñé una cosa rarísima y creo que fue a causa del licor. Yo era una mosca. Estaba en el campo: el cielo gris y la tierra cubierta de nieve. De pronto, entre la blancura, diviso un punto rojo; vuelo hasta ahí y descubro un racimo de uvas. Me desperté sediento.
Nos cuesta imaginar que la temperatura sigue bajando. El aire cálido de la habitación es siempre el mismo. Notamos, quizá, un frío leve en el cuarto de baño. Los movimientos de la gente que cruza la plaza son menos articulados. Se ve que llevan mucho abrigo y que sufren; tienen las cabezas cubiertas por gorros, las caras pálidas y las bocas moradas. Hace dos días que no se ve el sol.
Fragmento de Nieve en Buenos Aires.
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